viernes, 12 de junio de 2009

Andrés

A Fdl le vino. Se le adelantó una semana. Nunca le había pasado semejante cosa, así que para variar, se asustó. Empezó a pensar que seguramente era el prolegómeno de alguna enfermedad, o el recordatorio de que tenía que controlarse más seguido (porque claro, nuestra amiga tiene problemas hormonales, por supuesto).
Pero nada de eso. Sólo se adelantó para sumarse a todas las otras porquerías que le venían pasando y ponerla aun más incómoda.
Es que Fdl se desata cuando le viene. Se pone fastidiosa, todo y todos le molestan, se pone ansiosa, y demás males que puedan relacionarse con el amigo que viene una vez al mes (que mucha cara de amigo no tiene tampoco).
Pero lo que más le molesta a Fdl es que le da hambre. Muchísimo, muchísimo hambre. Entonces es capaz de comerse un paquete de galletitas entero, o en su defecto 8 porciones de pizza (léase pizza entera), pero frena esos impulsos porque sabe que después el jean se lo va a resentir, y no tiene la más mínima gana de pasar por ese nefasto momento que nos toca a todas cuando aumentamos unos míseros 500 gr.
Fdl es una mujer como cualquier otra, pero detesta serlo. Desterraría esos desagradables 3 o 4 días mensuales de su vida de una vez y para siempre.

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